
Antes de la acampada de Sosas parecía que la tendencia de opinión, tras el clamoroso fiasco del remake de la marcha minera 2.1, era claramente desfavorable a los intereses del explotador minero, no obstante, la aparición en escena de unos artistas no invitados sembró dudas y generó sospechas entre algunos vecinos que -se quejaban incluso de la desaparición de sus berzas- los acusaron de intromisión en asuntos ajenos y nunca comprendieron ni aceptaron su juvenil desparpajo, su decidida movilización y muchísimo menos sus ideas desestabilizadoras. En fin, que lo que pudo ser una pócima relajante y clarividente para mentes con el colesterol alto y poca gimnasia, resultó ser un brebaje difícil de digerir cuando es acompañado por una dosis excesiva de testosterona y exagerados dotes de mando.
Las cosas cambiaron de tono y medida, saliendo ahora humo de lo que antes parecían cabezas despejadas. Las aguas volvieron a salirse del cauce para arremeter con toda su fuerza contra toda corriente de opinión contraria a la suya. Los hechos se precipitan una vez se conoce la sentencia de Nueva Julia, y a partir de este momento todo resulta penoso, sonrojante, patético, triste, deprimente... Vergüenza ¡Qué vergüenza!. En situaciones así siento vergüenza de pertenecer al género humano.

Los 65 trabajadores condenan los hechos, y les creo. Todo apunta a la ya establecida teoría de que han sido los matones de siempre, dirigidos desde arriba, sea cual sea la mina a cielo abierto causante de la bronca.
ResponderEliminarUn saludo