Poniendo los árboles en el zoo

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A estos pirómanos hijosdeputas, bellacos, sapos, gárgolas teratológicas, abrebrechas del capital inmobiliario, ruinas, cobardes anónimos, plaga de termitas, desviados amantes del cemento, a esos les quemaba yo el corazón, se lo freía o se lo cocía, "au dent", con sal y finas yerbas, me hacía un paté con él y se lo daba a los que vendrán después, los constructores... Caníbales todos.

Y no sólo por la "pérdida que supone a la nación" y esas cosas que sí, que son muy ciertas. No sólo porque quemar árboles me parece meta irracional y superinsensato. No sólo por eso sino porque los árboles dan sombra y, con este puerco calor que ahora sufro, pensar que alguien me puede quitar una hipotética sombra... ME INDIGNA.

A estos pirómanos hijosdeputas, bellacos, sapos...

Y no sólo a estos. A bastantes más. Acabaremos poniendo los árboles en el zoológico, tras las rejas, enjaulados.

Ajoblanco nº 36, agosto de 1978.

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