El pasado martes un individuo solitario de oso pardo cantábrico, probablemente un joven inmaduro, se acercó de madrugada hasta Río, el barrio de Noceda más próximo a las faldas de Gistreo, para llevarse consigo al menos una colmena monte arriba. La visita de uno de los animales más emblemáticos de nuestra fauna, fue comprobada a primeras horas de la mañana por el dueño del colmenal, quien nada más acercarse al lugar y ver que su perro guardián, atado día y noche a una cadena, mostraba evidentes signos de nerviosismo y malestar, se da cuenta inmediatamente del estropicio que le entamó el extraño visitante nocturno. Los hechos, aún sin confirmar, están a la espera del dictamen pericicial para comprobar la existencia y entidad del daño y determinar su causa.
Lejos de alegrarnos, menos aún por el daño causado, esta no deja de ser una buena noticia para la fauna y quienes luchamos por respetarla, valorarla y conservarla como se merece. Sin embargo, resulta sorprendente que todavía haya quien no puede ocultar su ira contra los animales y reprima a regañadientes sus deseos de rebancha. Son quejas por la actitud incivilizada del oso y los escasos cuartos que, tarde mal y nunca paga la Junta, al no tener en cuenta el potencial de producción perdido. De todas formas, algunos apicultores vuelven a usar viejos cortines para proteger sus colmenas, restaurando de nuevo una figura representativa de la arquitectura rural de montaña que permitía la práctica apicultora cuando el oso era más numeroso que ahora.
También deberá la Junta retomar sus alegres DIA's y reconocer que nada valen límites difusos y dispersos para nuestra fauna y en nuestras montañas. Que nada valen parques eólicos y cielos abiertos en riqueza, patrimonio y futuro como la decidida conservación del único valor económico que poseemos: la naturaleza.
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